sábado, 18 de abril de 2009

Muerte en Sanlúcar 1: Carta de Mercedes a Isabel


Querida Isabel. Lo único que intento al escribirte, es transmitirte la sensibiizacidn de la necesidad de la creación de una nueva asignatura escolar. Pues sin la mencionada sensibilización primero, nunca ocurrirá lo segundo. Hace más o menos tres años, una mañana recién levantada, me miré al espejo de mi cuarto. Mi imagen reflejaba un aspecto desalentador que rechazaba. Intenté mejorarla estirándome la piel, quitándome las legañas, moviendo las cejas por si desaparecían las arrugas y ojeras, pero el reflejo de lo que veía, seguía siendo de rechazo. Entonces me fui al cuarto de baño, me duché me lavé el cabello, me unté mis cremas faciales, me peiné y cuando volví al espejo de mi habitación, había conseguido que la imagen antes desagradable, se hubiese convertido ante mis ojos, en una comunicación agradabel y natural. Más tarde desayuné y continué leyendo un libro, cuyas primeras lineas decían: “Según estudios estadísticos, hechos por universidades de EE.UU. y sacados de entrevistas hechas a enfermos terminales de cáncer la mayoría de ellos tienen problemas para entablar una comunicación con las personas quele rodean porque sienten que si comunican sus inquietudes y necesidades reiteradamente pueden llegar a ser una molestia para las personas que los cuidan. Y, a su vez, las personas de su entorno no le preguntan por sus inquietudes por miedo a crearles una carga emocional, lo cual en la mayoria de los casos, produce una tristeza añadida a la de su falta de salud”. Entonces me quedé pensando y me hice unas preguntas "¿por qué solo los enfermos terminales de cáncer se sienten rechazados en la comunicación?” “¿No será un problema cultural, el rechazo de una imagen no grata?". En ese momento, se me vino a La imaginación un paralelismo de símbolos de lo que me había sucedido recién levantada al mirarme al espejo. Yo que me considero una persona sana, estaba viendo una imagen rechazada y con la que no conseguía una correcta comunicación. Esta es, pensé, la imagen que podemos tener de los incapacitados físicos y psíquicos y de los que no tienen una imagen física de buena salud. Y a pesar de que intenté mejorarla, el rechazo continuaba. En el cuarto de baño, tras el aseo que sería (pensé el símbolo de una nueva disciplina en los colegios) conseguí mejorar y aceptar de nuevo en el espejo de mi cuarto la imagen antes rechazada. Y al preguntarme querida amiga, a quienes beneficíaria que los niños fuesen educados en los colegios por expertos en esta nueva materia.. temblé.
A millones de enfermos terminales y a millones de personas de su entorno, a millones de seres con discapacidad física o psíquica, e indirectamente, una vez educados en el camino de la aceptación de imágenes distintas y deterioradas físicamente (por su estado de salud o por discapacidad física o psíquica), estarían más predispuestos a abordar problemas sociales como el racismo y la igualdad de género. Isabel, la vida pasa, en un infinitesimal fracción de soplo de tiempo. Educarnos para ni rechazar ni ser rechazados por ser diferentes, nos daría menores tristezas y mayores alegrías, en la comunicación entre los seres humanos. En estas reflexiones estaba, hace unos días cuando acompañaba mi marido Fernando a su última sesisón de radioterapia como tratamiento de su cáncer, cuando me dijo por los pasillos del hospital que a él le costaba trabajo entablar comunicación con los enfermos terminales de la planta de oncología. Al dia siguiente, anduvimos por las calles de Sanlúcar de Barrameda, camino de la plaza de Abastos y lo vi triste, aunque intentaba mostrarse agradable en el trato. De repente, se paró y dijo: - un día antes de que me detectaran la enfermedad bajo una llovizna en este mismo sitio, te paraste y me dijiste que te sentías alegre, y yo te he compuesto una "poesía":
Desafiando al tiempo ladrón, a su paso, alegrías guardastes para siempre en una calle de Sanlúcar, bajo una tímida lluvia de estrellas y entre las cuales ... ¡yo! ... ¡me colé de pasajero!
Isabel,yo creo que el paseo por la ciudad, le sentó muy bien. La plaza de Abastos estaba concurrida de gente alegre. En su entrada, una cabra hacía equilibrios en una barra de hierro, al son de la música del pasodoble España Cañí que tocaba un organillo, y un par de trompetas, manejadas por gitanos. Quizás se acordaba el animalito en su equilibrio sobre la barra de las acrobacias que tienen que hacer los millones de personas que hay en el mundo con deficiencias físicas y psíquicas, y deterioro corporal por falta de salud. Por evitar la tristeza que sienten porque su imagen no comunica, ni es aceptada con naturalidad por su entorno social. Dentro de la plaza, gritos de ¡Pescados baratitos!, ¡Cinco kilos de patatas a dos euros!, ¡Mire señora, qué ojos más bonitos tiene este besugo!.
Cuando salimos, los bares y tenderetes estaban atestados de gente alegre. Un señor le decía a otro que su suegra se come una docena de pasteles al día y la última analítica indlicaba que tenia un subidón de azucar y aún preguntaba que de qué sería. Una señora relataba que su esposo había acompañado durante tres días (después de una cura de desintoxicación) a un amigo suyo, por su ronda de bares y bodeguitas para intentar convencerlo de que se hiciera un cateterismo que le había mandado su cardiólogo y que al final, entre copita y copita, en vez de al amigo, la prueba se la habian hecho a su marido. Todos con alegrias y ocurrencias, discapacitados, enanos contentos vendiendo cupones, travestis románticos, hombres de negocios serios haciendo planes tramposos, niños, mujeres y perros con pulgas saltarinas, se entremezclaban en una espiral de júbilo.
Despues subimos por la cuesta de Belén en dirección al Castillo de Santiago, donde la reina Isabel la Católica, vio por primera vez en su vida el mar desde sus balcones. Y ante las puertas del Castillo, querida Isabel, no pude impedir imaginar, comn pintada por el espíritu de un niño y motivada por mis reflexiones a la misma Reina asomada ala ventana y compartiendo su alegría, al enseñarle con ternura a un niño enfermo la futura nueva disciplina cultural, detrás otro niño recibía la primera lección de un libro sujetado por las manos de un pececito del río Guadalquivir salido por un grifo de la fantasía del espíritu infantil.
Por el Guadalquivir navegaban los libros y recursos audiovisuales de la nueva disciplina, en sus aguas tranquilas y equilibradas e iban a desembocar en el tempestuoso mar de la cultura actual para transformarla.
Y haciendo cola en la puerta del Castillo, cientos de millones de enfermos y discapacitados físicos y psíquicos venidos de todas las pastes del mundo, que querían asomarse al paisaje para comprobar que al menos los hijos de sus hijos estarán mejor preparados culturalmente que ellos y las personas que les rodean y evitarles la tristeza de que se sientan incomunicados socialmente. Y es que mientras no se eduquen a los niños en los colegios con la nueva disciplina cultural, esto no tendrá remedio.
Y puede que mientras esto ocurre, sea una altemativa para sentirse acompañado y comunicado, darse un paseo por el centro del pueblo, en dirección ala plaza de abastos y entre sus pastelitos, choricitos, marisquitos, manzanilla, el equilibrio de una cabra y la alegría de la gente de Sanlúcar de Barrameda, puede que hasta encuentren una aceptación y comunicación natural. Tu amiga que te quiere, Mercedes.

Publicado en Sanlúcar Información 14 de febrero al 6 de marzo de 2009
Manuel Álvarez-Dardet Espejo

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