miércoles, 7 de octubre de 2009

Muerte en Sanlúcar VI: Kim Jong-il


Hola, me llamo Kim Jong-il, presidente de Corea del Norte, un país con régimen comunista. Escribo estas líneas como testimonio de una experiencia personal increíblemente inusual.
Espíritus que quisieron comunicarse en vida y no pudieron, me trajeron hace dos semanas a las playas de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), en un viaje donde atravesé mundos paralelos a través del espacio-tiempo.
Aparecí en la orilla del mar subido en el Empire State con el cuerpo de un gorila enano que sujetaba un cohete atómico en la mano. Lo primero que vi fue a un tío con chilaba, dos chinos cogidos de la mano y, junto a ellos, una momia y un travesti con los mofletes inflamados, ambos vestidos con trajes de flamenca. Como por obra de magia, al poner mi primer pie en la tierra de la manzanilla, el cohete atómico se convirtió en un ramillete de flores.
Tras una explicación, que no me convenció, de la razón de mi estrafalaria presencia, dada por parte de tan original comité de bienvenida, me encerré enfadado en la torre del Castillo de Santiago.
Estuve negociando con mi interior una fecha de suicidio y decidí que pasados tres días, me tiraría de cabeza por la misma ventana por la que vio el mar por primera vez en su vida la reina Isabel la Católica.
Al principio de mi encierro voluntario me preguntaba por qué razón los espíritus que quisieron comunicarse en vida y no pudieron, me habían traído a Sanlúcar de Barrameda con el cuerpo de un gorila enano, porque yo en el otro mundo paralelo era un gran comunicador. Había hecho explotar una bomba atómica con la única intención de comunicarme con mis vecinos surcoreanos, chinos, Estados Unidos en particular y con todo el mundo en general.
Se decía que era presidente de un país en el que la televisión solo transmitía aires patrióticos y propaganda partidista, que estaba en continuo estado de guerra, que Internet estaba prohibido por temor a que el pueblo se enterara de lo que no debía, que todo lo que tocó mi padre (el gran Kim Il-Sung) con su mágica mano era sagrado, la mesa donde comía, la cama donde dormía, las flores de su jardín, incluso el water donde hacía sus necesidades. Un país donde los disidente políticos los teníamos en campos de concentración, donde no se podían ver discapacitados en las ciudades (a lo más, algún esguince de tobillo) porque estaban en Centros de Acogida, donde doblar una fotografía de mi padre era irrespetuoso aunque fuera en un billete. Igual ocurría si se le daba la espalda a una de sus iluminadas estatuas. Se dijo que éramos un país miserable pero que la élite y los hijos del régimen podían disfrutar de un casino en un hotel.
Que no existen poetas, intelectuales o arte abstracto sino pelotas del régimen.
Que teníamos un estado de tensión que afectaba al pueblo dócil y conformista. Nos compararon incluso con nazis en conceptos de libertades.
Meditaba confundido que algo de verdad existía en lo que se decía.
Cada minuto que paso en mi encierro del Castillo de Santiago me siento más alejado de estos recuerdos y más confundido. Pero creo recordar que mi padre el gran Kim Il-Sung escribió 18.000 libros es decir, ahora que lo pienso, debió de escribir tres libros diarios durante todos los días de su vida incluso en el tiempo que dormía y estaba en el water.
Puede ser que estuviésemos siempre en la búsqueda del enemigo, en un estado paranoico. Puede que las autopistas estuviesen vacías de coches para que pudieran aterrizar nuestros aviones en caso de una emergencia por invasión enemiga. Pero sabíamos hacer el paso de la ola con 12.000 soldados al mismo tiempo que cantábamos canciones épicas.
Cada día que me acercaba a mi suicidio me sentía menos identificado con mi personaje presidencial y más con el gorila enano. Empezaba a sentirme como un niño abandonado por la comunicación. Comenzaba a comprender que hemos convertido el comunismo en una pista de baile sin libertad de danzar con otra música que no sea la dictada por los altavoces paranoicos de nuestro régimen, sintiendo como una bella teoría de solidaridad, quizás una de las más bellas que se hayan creado, solo tuvo sentido en el espacio-tiempo en la que la evolución del ser humano la colocó. Convirtiéndola los viajeros del egoísmo humano en prisionera de las utopías del tiempo ladrón.
Como dijo Boabdil en vuestra web, lo que tiene sentido en el presente o lo tuvo hace un siglo por las circunstancias sociales, económicas o tecnológicas, no quiere decir que lo tenga siempre en el periodo evolutivo del ser humano.
Empiezo a pensar que los que piensan que la violencia es una buena arma para conseguir la independencia dentro de un estado, pueden tener sentido dentro de las piezas absurdas del engranaje que mueve la Historia. Pero quizás encuentren que dentro de siglos cercanos sus descendientes estén viviendo en Europa o mundo Federal unido.
¡Cuánta violencia absurda para conseguir independencias cuando la sorpresa evolutiva final será (y así lo creo) la unión del planeta, es decir, el efecto que se pretendía con la independencia, en el transcurso de de los próximos siglos hagan lo que hagan! La Historia se cuece a fuego lento y, a veces, con carbón absurdo.
En estas reflexiones estaba yo, cuando una representación del pueblo de Sanlúcar de Barrameda vino a las puertas del Castillo de Santiago al tercer día de mi encierro, el planeado por mí para suicidarme (aún no sé como se difundió la noticia).
Encabezado por la alcaldesa y los partidos políticos había una representación de los marineros, la Hermandad del Rocío, los empresarios, los jubilados y un tío muy nervioso dispuesto a clavarme en el pecho, con la mejor de sus intenciones, un alfiler con una banderita de Andalucía.
Todos gritaban mirando hacia arriba donde yo me encontraba con medio cuerpo asomado por encima de la torre y cara de gorila asustado. Pude ver como me gritaban: “¡¡Baja pare!!, ¡¡No te suicides!!, ¡¡Ya no eres el presidente de Corea del Norte!!
Dos niños gritaban: ¡¡Muchacho baja que no te vas a tener que gastar dinero en un disfraz para los carnavales!!
Mientras esto ocurría yo los miraba y reflexionaba “¿Qué queda de mi pasado? … ¡¡Nada!!”.
Atrás quedaba mi museo del tiempo ladrón, lo que pudo ser y nosotros los humanos lo convertimos al paso evolutivo en algo imposible, en un leve recuerdo de un tren estalinista de poco recorrido, en una utopía sin vuelta atrás en el tiempo, en el Quijote y las calaveras de madera, sueños de una época que le dio un sentido digno en el que creían de corazón auténtico muchas personas como Don Santiago Carrillo, que con todos sus aciertos y equivocaciones, pensaban que tendría un recorrido largo.
La humanidad pensé, malgasta el tiempo, el regalo mágico de la vida, con inseguridades que nos atormentan absurdamente, que quema su propio planeta y lo contamina atacando la salud con humos cadavéricos que salen de chimeneas absurdas.
Que deseamos que pase el tiempo pronto, en invierno porque hace mucho frío, que pase este horrible calor de verano, que pasen pronto las horas que pasamos en nuestros pesados trabajos, que pasen pronto los segundos que nos quedan por salir de la jaula de cristal de convivencias no deseadas porque nos cortan las alas de libertad.
Pero cuando llega por nosotros de visita el tiempo ladrón para llevarnos al otro barrio, no se quiere morir nadie. ¡¡Lo despreciamos … y queremos prorrogarlo!!
Todos queremos seguir viviendo aunque tengamos que aguantar cincuenta años más a la suegra, a los pesados trabajos, a las convivencias no deseadas, a la inseguridad de si existe algo detrás del Big Bang del todo y la nada, a los pesados complejos comparativos, a las hipocresías sociales, a la parte de nuestro iceberg que los demás no ven, al efecto invernadero, a puños cerrados en brazos levantados derecho o izquierdo de algunos políticos, a imágenes con ropa de símbolos de valores de quita y pon, a corbatas quitadas en en congresos de partidos de izquierdas e incluso de derechas, a trapos sencillos que simbolizan a las personas que vivieron en el pasado con ellos en todo momento y levantaron el puño cerrado en una época que les dio el sentido digno cuando eran viajeros del tren del tiempo ladrón, a meteoritos que puedan chocar con la tierra, cataclismos, gripes A, B, C, D, E o a la madre que nos parió.
Todo el mundo quiere seguir viviendo, comunicándose con lo que ya conoce, es decir, su ego infinitamente minusválido ante un universo sin principio ni fin que se comunica, quizás más, con nosotros que lo que llegáramos a sentir.
“¡¡No!!, ¡¡No me suicido!!”, me dije, “¡¡No merece la pena!!” y bajé las escaleras del Castillo de Santiago, donde había pasado tres días amparado por la madurez de sus paredes después de cinco siglos de su creación, comunicándome con sus sonidos amorosos la seguridad de la que carecía, pues me sentía como un niño contrariado que quiere ver la luz cuando hay oscuridad, que quiere escapar corriendo sin rumbo fijo y no tiene piernas, que quiere comunicarse con una cara bonita y la suya está quemada, que quiere escuchar el sonido de los pájaros y sus oídos están vacíos de silencio.
Bajé las escaleras con la esperanza de ver un paisaje bello en los corazones de mis nuevos amigos sanluqueños al igual que tuvo que sentir cinco siglos antes la muchacha que las subió (la reina Isabel la Católica) por la ansiedad que da el paso del tiempo antes de ser alcanzada una comunicación deseada, ver el mar por primera vez en su vida.
Mientras descendía noté el roce de Isabel al cruzarnos en ilusiones de comunicación, los dos prisioneros de distintas épocas, costumbres y maneras de pensar, que coincidían en bajadas y subidas en las escaleras mágicas del tiempo ladrón. Cada escalón que dejaba atrás revivía al gorila y mataba peldaño a peldaño lo poco que me quedaba ya del personaje presidencial norcoreano.
Al pie del castillo me esperaban mis nuevos amigos y … ¡¡zas!! el tío del Partido Andalucista, con su mejor intención de bienvenida, me clavó el alfiler con la bandera de Andalucía en mi pecho peludo sacándome como a Boabdil una maldita lágrima de dolor encontrada en la arena de un desierto de estrellas. Los dos niños que antes gritaban decían: “”¡¡Mira, está emocionado!!”.
Hoy hace once días que estoy en el periódico con los demás turistas que trajeron los espíritus que quisieron comunicarse y no pudieron, y Cristina la directora me está ayudando a escribir estos cortos recuerdos.
He leído vuestra web. Comprendo que queráis educar a las futuras generaciones en una nueva asignatura exclusiva que consiga como objetivos la aceptación sin prejuicios de los más débiles, los menos bellos y los de menos salud.
A mi entender habrá dos caminos entrelazados desde el principio: Escolar y Social-extraescolar.
Escolar: Implantando lo que ustedes llamáis anticuerpos culturales y retroalimentación cultural. Es esencial que se comprenda que la población adulta, que no está educada desde pequeña en la aceptación antes mencionada (las imágenes de los más débiles) y si en los cánones culturales que dan preferencia a lo más bello, fuerte y saludable, deberían retroalimentarse de la nueva educación que se creará para los niños.
Dado que los adultos no pueden enseñar sus virtudes de aceptación con los que no tienen salud, los débiles o los horribles en sus cánones de belleza, pues lógicamente carecemos todos de ellas, principalmente por no haber sido educados en lo que pretendemos educar. Por lo tanto, no podemos ni dar ejemplo ni tener base educativa.
Por lo tanto debemos mostrar lo que tenemos (complejos y prejuicios) a los niños, como si fueran virus contagiosos culturales y reforzar las defensas educativas de los pequeños, antes del contagio, con una previa aplicación didáctica a través de audiovisuales y libros donde los héroes también sean personajes discapacitados, sin salud, sin belleza, es decir, los desafortunados del azar del tiempo ladrón y que no están en los cánones ideales actuales.
Para el desarrollo de este complejo en los colegios se necesitaría una plataforma cultural de personas de distintas disciplinas, pues los cánones actuales nunca los forma una sola disciplina, que lleven el seguimiento de retroalimentación cultural.
Que decidan los estímulos víricos culturales y de defensas educativas que se deben aplicar a los niños con la delicadeza que requieren sus distintas edades y grados.
Estímulos como he mencionado basados en los defectos y prejuicios reales de los adultos, y lanzados a los críos una vez reforzadas sus defensas con imágenes con valores positivos de personas discapacitadas y deformadas físicamente por la mencionada suerte aleatoria, aplicándoles valores positivos a los ojos de los niños.
Sus reacciones de confrontación entre los dos estímulos, el virus de contagio (los cánones actuales de valores) con nuestros prejuicios y el de las defensas previas al primer estímulo de refuerzo de los valores aplicados a los más débiles, se llamaría, como ustedes dicen en vuestra web, anticuerpos culturales. Su esencia, en términos de conducta, sería recogida como tesoro por psicólogos y pedagogos, y enviada a la plataforma multidisciplinar para ser reajustada. Una vez analizados serán de nuevo enviados estímulos de defensa y posteriormente, con un espacio de tiempo prudencial, virus culturales en ulteriores ciclos de retroalimentación, hasta que la futura asignatura se estabilice con los años.
Social: Como he dicho antes creo que este proceso debería de ir acompañado desde el principio por la colaboración extraescolar de la sociedad, a través de los medios de comunicación (dibujitos, películas, anuncios publicitarios, reportajes) que deberían de empezar a colaborar con los ministerios de Cultura y Educación en dar valores a sus héroes y protagonistas que no sean siempre los que hoy existen, es decir, los protagonizados por personas bellas, fuertes y saludables, reforzando con ello los cánones actuales con ideales a imitar por los niños, que marginan a los desheredados de dichas virtudes. Los niños que reciban esta nueva educación cuando salgan del colegio con sus enseñanzas, si se les bombardea con más de la misma vieja cultura, a través de los medios de comunicación, mal refuerzo sería a sus enseñanzas.
Sin este enorme proceso educativo en colaboración con todo lo mencionado, será difícil que cambien alguna vez los cánones de valores establecidos actualmente y nada cambiará para los discapacitados, los débiles de salud, los desheradados por el azar de la belleza en relación con los complejos y marginaciones en sus distintas escalas, que les afecta en proporción directa con la no aceptación y comunicación plenas en actualidad dentro del mundo en que vivimos.
Los días empiezan a tener un sentido alegre para mí, ya no pienso en el suicidio, sino en disfrutar cada segundo que siento mi respiración palpitar golpeada por las olas misteriosas de la creación.
“¡¡Ya no soy presidente de nada!!” El pueblo de Sanlúcar de Barrameda me ha acepado tal como soy, es decir, con cuerpo de gorila enano y muy feo.
He conocido a una persona muy especial, un poquito más alto que yo, pero igual de feo. Hace más de 25 años que lleva dirigiendo una banda musical de niños y mayores, que vestidos de militares con sonidos de tambores de ilusiones y trompetas de magia fina, alegran las calles de Sanlúcar de Barrameda en sus festividades.
A este señor le dicen el butanito y a su banda, la banda del butanito. Lo conocí un día que estaba dirigiendo su banda de personas humildes, gorditos tocando el bombo, canijos las trompetas. Todos juntos creaban sonidos de ilusiones que recordaban la bella imagen de un comic infantil. Le dije: “Butanito, ¿podría pertenecer a tu banda?”. Él me miró de arriba a abajo como pensando: “Dios mío, ¿dónde meto yo este gorila enano tan feo?”. Me dio un uniforme militar como el de las demás personas, ubicándome delante de la orquesta tirando petardos y fuegos artificiales, como novedad de comunicación para su agrupación, y dijo con orgullo: “¡¡Así sabrán todos que llega la banda del butanito!!”.
Esta mañana he dado un paseo por la playa con Boabdil, los amantes chinos, John el travesti y la momia, y de repente hemos visto en la orilla del mar el Coliseo de Roma, y los amantes chinos han dicho: “¡¡Menos mal que no hay tulistas ni gladiadoles!!”, pero cuando hemos ido avanzando en el paseo nos hemos encontrado con una estatua de buda y un tío que emergía de sus manos con una túnica naranja, barba y el pelo largo, que decía: “¡¡A mí que soy el gurú Nashmurti!!.
La verdad es que no sé como pude pensar en suicidarme, quizás me faltara la correcta comunicación del calor humano cuando el alma se enfría al sentirse sin esperanza.
Empiezo a sentirme feliz en la ciudad de la Manzanilla. Os saluda a todos Kim Jong-il, armero de la banda del butanito de Sanlúcar de Barrameda.


M.A.D.E.